María Camila Montes Ledesma en su construcción social

 

Esta es una de esas historias para inspirar, y tiene el nombre de María Camila Montes Ledesma. Ha dedicado la mitad de su tiempo, conocimiento y corazón al bienestar de su comunidad, en el Bajo Cauca antioqueño. La otra parte se ha propuesto empoderar a las mujeres de su subregión para sanar heridas.

Se formó como trabajadora social en las aulas del TdeA, de donde egresó con mención meritoria y se le encargó ser la voz de sus compañeros de cohorte en el discurso de graduación. Desde esos días en el campus, tenía el foco en dos cosas: el ejercicio de su carrera en lo comunitario y trabajar por El Bagre, municipio en el que tiene sus raíces.

Sus pasos han ido en esa dirección, ha sido coherente con lo que tiene claro desde hace años. Ese mapa social en el que sigue trabajando aún por estos días, comenzó a dibujarse en sus prácticas profesionales en la Alcaldía de su pueblo natal. Luego lo siguió alimentando, estrenando diploma y cuando sumó sus talentos y conocimiento a los equipos sociales de la Gobernación y la Universidad de Antioquia, también como docente en la Universidad Cedenorte, siempre trabajando para el territorio donde se asientan sus orígenes.

El conocer tanto esa tierra y a la gente que la habita y trabaja, sus problemáticas, sus posibilidades y oportunidades, la llevaron hace año y medio a ser contratada por Mineros Aluvial S.A.S. BIC, empresa con proyectos en otras latitudes de américa latina y que tiene la propiedad de explotación minera en Nechí Aluvial, en el Bajo Cauca.

Se desempeña como gestora de sostenibilidad de la empresa, es decir que se ocupa del relacionamiento constante con las comunidades en el área de influencia del proyecto. Es parte del equipo que es la cara visible ante las comunidades, la voz y los oídos, el puente. Esto implica protección a los habitantes de la zona, gestión de recursos para proyectos, escucha de necesidades, apoyo a procesos psicosociales; en suma, es la responsabilidad social de la empresa. “Garantizamos que las comunidades puedan acceder también a oportunidades de empleo, de bienestar. Entonces trabajamos con juntas de acción comunal, con asociaciones y corporaciones”, comenta.

Agrega algo clave: “Son alrededor de 58 veredas que nosotros visitamos. Entonces eso posibilita que uno también se vaya como abriendo a más espacios, darse cuenta de las realidades del territorio y cómo uno puede aportar desde una empresa privada, pero también desde esas gestiones o articulaciones con otras entidades como las alcaldías, como cajas de compensación, entre otros”. Esto es clave porque ha sido la constante en el trabajo de María Camila. No es que tenga una idea de cómo es la subregión, es que la ha caminado, ha conversado con ella con un tinto o en medio de una capacitación, de reuniones, de procesos para sacar adelante proyectos comunitarios.

Es meterse a fondo en la construcción de este mapa social, la ha llevado a crear y fortalecer su propio proyecto. Lo aprendido en nuestras aulas, sumado a su experiencia laboral, más las ganas de ayudar a la fuerza femenina de su región, la han llevado a crear el Círculo de Mujeres Verde Violeta. “Ese año estábamos en pandemia, yo me vine para acá para El Bagre, yo hice mis prácticas en la Alcaldía Municipal. Entonces, a partir de ahí yo empecé a ver muchas necesidades y se creó el proyecto”, recuerda.

Cuenta que pertenecen estudiantes del TdeA, que también son de la zona, aportan conocimiento a los procesos de las mujeres que completan el Círculo. María Camila dice que le apuestan con todas las ganas al fortalecimiento del proyecto, para que en algún momento pueda ser un centro de práctica, pues ahora cuentan con la participación de profesionales de diferentes carreras sociales y estudiantes de varias universidades. Lo cierto es que este espacio tiene fuerza por sí solo. Lo que aprenden las estudiantes en estos procesos de intervención, lo replican en sus ejercicios de práctica, así que el Círculo también es un aula para ellas y una onda expansiva.

Por otra parte, las puertas están abiertas para todas, en los talleres se gestionan procesos de sanación que ayudan a superar muchas vivencias, inclusive hacen parte del grupo actual de 43 mujeres víctimas de violencia de género y del conflicto armado. Mujeres de todas las edades y condiciones sociales hacen parte de este grupo de apoyo, que desde hace cuatro años se reúne de manera mensual para fortalecer la fuerza femenina en cada una de ellas. “Las personas van al grupo, pero siempre buscando respuestas e intentando sanar muchos aspectos de su vida que todavía, digamos, tienen acumulados. Entonces, es brindar un entorno seguro a las mujeres que lo necesiten. Es un grupo que es totalmente gratuito”, explica nuestra egresada.

Ya la voz se expande. Ahora, están siendo llamadas para dictar charlas y talleres a empresas y asociaciones, hasta han sido invitadas a generar alianzas con organizaciones en momentos específicos del proceso, eventos, campañas, para poner la equidad de género en las conversaciones de todos. Esto de pellizcar consciencias, ha hecho que se sumen más personas que quieren hacerse responsables de su sanación emocional para mejorar la vida. Eso es lo que quieren mover, procesos internos y externos, alianzas, redes, sumatorias, mujeres trabajando juntas para salir adelante.

Explica María Camila que el proyecto se llama Verde Violeta porque son los colores que han resignificado el rol de la mujer: “Con el verde nosotros tuvimos el acceso a una igualdad, una equidad de género, pero con el color púrpura o violeta fue cuando tuvimos el derecho al voto”. Dentro de las necesidades detectadas desde el inicio de esta idea, la egresada pudo ver un contexto que encasilló a las mujeres en situaciones vulnerables o de sumisión.

Este trabajo llegó a sumar, en el proceso han sido muchas las mujeres que han ido despertando, viéndose de manera distinta y tomando otras decisiones, por ejemplo, el comenzar a estudiar a los 45 años, cuando tomaron consciencia de la realidad que vivían hasta el momento y de que había otra forma de vivir. “Ese apoyo les permite a ellas decir: bueno, voy a construir”, y empieza la ayuda de todas. “Entonces es como ir tejiendo con ellas, pero desde esa autonomía”. Ese darse cuenta implica retarse, ahí es donde llega la certeza y la prueba de su real capacidad. Así como ella misma lo hizo.

Sus sueños, estudios, proyectos y esfuerzos retornan siempre a su lugar de origen. Quiere ver crecer socialmente a su tierra: “Inclusive me encuentro estudiando una especialización en Paz y Desarrollo Territorial porque el contexto cultural y social donde yo me encuentro trabajando y también en donde me visiono, me va diciendo como: bueno, ya eres fuerte en esto, pero necesitamos que seas más fuerte en esto otro”.

     

     

    Egresados que Trascienden anteriores